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La ansiedad, la ira, la irritabilidad o las alteraciones en el sueño son algunos de los síntomas.

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La adicción a las nuevas tecnologías es un problema que crece entre los adolescentes y que preocupa cada vez más a los profesionales sanitarios. Los últimos estudios realizados por el Observatorio de la Infancia en Andalucía (OIA) en 2010 revelan que en Granada los usuarios de ordenador de entre 10 y 15 años suponen un 90,5%, es decir, que de los 58.357 menores pertenecientes a esta franja de edad en ese año en la provincia, 52.813 tenían acceso a una computadora. Y la cifra seguro que ha aumentado en la actualidad.

Aunque estos datos sean antiguos, los expertos coinciden en que el tiempo que los jóvenes dedican a estar conectados ha aumentado progresivamente en los últimos años. Un chico que agredió a sus padres porque le limitaron el tiempo de conexión a internet, un adolescente que perdió un año escolar porque pasaba la mayor parte del día jugando a videojuegos o una joven que sufría ataques de ansiedad si no se conectaba a las redes sociales. Son algunos de los casos reales que se tratan en cualquiera de los centros de rehabilitación públicos o privados-concertados de la provincia.

"Los chicos que son adictos a las nuevas tecnologías dedican prácticamente todo el día a estar en línea. El problema llega cuando el adolescente tiene carencias en otro tipo de conductas como los estudios o las relaciones personales", explica Domingo Calderón, psicólogo y director de un centro en Andalucía. Desde que en 2003 registraron el primer caso de dependencia a los juegos en red, se ha producido un incremento en este tipo de patologías. Calderón apunta que esta adicción es similar a la que sufren algunas personas con respecto al sexo o a las máquinas tragaperras. "Al hablar de nuevas tecnologías hemos de dividir la dependencia en: telefonía móvil y sus aplicaciones, internet y videojuegos", afirma el director.


El perfil del adicto es, principalmente, el de jóvenes con dificultades para empatizar con personas de su edad. El colectivo adolescente es el más susceptible a caer en este tipo de enganches porque son los que mayor contacto tienen con las redes sociales y con el manejo de dispositivos electrónicos. Calderón manifiesta que "esta adicción se produce cuando un chico o chica ve los chats y los sistemas de mensajería como el principal vehículo para relacionarse con sus semejantes". El experto sostiene que el principal problema no son las tecnologías en sí sino el mal uso que se hace de ellas.

Esta misma línea es la que sigue Dolores Muñoz, psicóloga y experta en género y síndrome de déficit, al apuntar que el mundo digital se ha incorporado a la vida diaria de las personas y no se concibe el día a día sin ellas. "Cuando su uso se normaliza, se corre el riesgo de que se pierda el control sobre determinadas señales de alarma como pueden ser las horas que dedican los adolescentes a estar conectados", afirma Muñoz.

La psicóloga manifiesta que la primera barrera que los expertos tienen que superar es la actitud con la que llegan los adolescentes a las terapias. "Los jóvenes que vienen a las sesiones niegan el problema y lo consideran una exageración paterna, de modo que justifican su comportamiento". Esta situación es incluso más grave, según la experta, porque los progenitores tampoco son conscientes del peligro hasta que el adolescente alcanza los límites de la agresividad o la depresión. "Los padres reconocen que sus hijos pasaban muchas horas delante de la pantalla del ordenador o utilizando el whatsapp pero no lo consideraban un inconveniente hasta que el chico o chica llegaba a padecer estrés, ansiedad o trastornos en el sueño", apunta la psicóloga.

La ansiedad, la ira, la irritabilidad o las alteraciones en el sueño son algunos de los síntomas que provoca el enganche a las nuevas tecnologías. Las sesiones terapéuticas en los centros especializados son los recursos más comunes para superar este tipo de dependencia. Mientras que la abstinencia es el objetivo en una adicción al alcohol o a las drogas, en este caso se da por hecho que el sujeto ha de convivir con internet o con el móvil. Por ello, se enseña a controlar el estímulo. "Tienen que aprender a desarrollarse independientemente del uso de dispositivos tecnológicos", apunta Muñoz. El primer paso es apartar completamente al adolescente de aquello que le genera dependencia para dárselo posteriormente, de forma gradual y controlando el número de horas que le dedica. Las familias también han de someterse a esta terapia porque ninguna adicción puede superarse sola. La media de duración del tratamiento es de 12 a 18 meses.